jueves, 29 de enero de 2009

La música influye al Ser Humano.

Del Doctor Don Campbell

¿Recuerda esa ilusión óptica en que líneas de igual longitud se ven más largas o más cortas según el sentido en que apuntan las flechas dibujadas en sus extremos? La música puede crear ilusiones temporales que cambian nuestra percepción del tiempo.
El sonido y la música afectan sutilmente nuestra percepción del tiempo y el espacio, y los podemos usar para acelerarnos, lentificarnos, o para modificar nuestro ambiente.

La música refuerza la memoria y el aprendizaje. Hemos visto que cuando hacemos ejercicio, la música puede aumentarnos la vitalidad. Lo mismo ocurre cuando estudiamos. Tener una música de fondo liviana, de ritmo sencillo (por ejemplo, Mozart o Vivaldi), ayuda a muchas personas a concentrarse durante periodos más largos; a otras podría distraerlas. Escuchar música barroca mientras se estudia puede aumentar la capacidad de memorizar nombres, versos y palabras extranjeras. El método del doctor Georgi Lozanov, que consiste en escuchar música para mejorar la memoria, es tal vez el más conocido, y hablaremos de él en el capítulo sobre la educación.

La música favorece la productividad. Los estudios sobre la salud y la memoria en ambientes laborales han cambiado radicalmente la forma en que se usa la música en el lugar de trabajo. En un estudio realizado por la Universidad de Washington, noventa personas trabajaron en preparar y corregir un original para la imprenta. En el grupo que escuchó música clásica liviana durante noventa minutos aumentó en un 21.3 % su eficiencia y precisión. El grupo que escuchó música del tipo radio comercial sólo mejoró en un 2.4 %. Las personas que hicieron el trabajo en silencio resultaron un 8.3 % más eficientes en la corrección que las que estaban trabajando con el ruido habitual de la oficina. AT&T y DuPont han reducido a la mitad el tiempo de formación de sus empleados con programas de música creativa. Equitable Life Insurance aumentó en un 17 % la productividad de los transcriptores a las seis semanas de haber introducido música en la oficina, y Mississippi Power & Light aumentó en un 18.6 % la eficiencia del departamento de facturación a los nueve meses de haber instituido un programa de escucha musical.

La música favorece el romance y la sexualidad. La música puede estimular la pasión, o extinguirla. Una amiga me contó lo que ocurrió una noche en que deseaba seducir a su novio durante la cena. Todo estaba perfecto: las flores, la comida y las bebidas. En el último instante sacó una cinta de casete que imaginó vendría de perlas: la sonata «Claro de Luna» de Beethoven. «¿Qué podría ser más romántico?», pensó, evocando imágenes de parejas que pasean cogidas del brazo por las calles de París o Viena, iluminadas por la luna. Sonó el timbre, ella pulsó el botón «Play» y empezó a sonar la música. Durante los diez primeros minutos la velada discurrió impecable. Lo que olvidó ella fue que es sólo el primer movimiento de la sonata el que evoca la luz de la luna. Después la música adquiere un ritmo ligero, rápido, activo, y los dos se sintieron como si tuvieran que comer a toda prisa. Lamentablemente el tempo no los llevó al dormitorio. Para rematarlo, la sonata siguiente que venía en la cinta era la «Patética», y el resultado fue, pues eso, patético.
A mi amiga no se le ocurrió cambiar la música. Una mejor elección habría sido la banda sonora de Memorias de África, que crea un ambiente emocional más romántico y tranquilo.

La música estimula la digestión. Investigadores de la Universidad Johns Hopkins han descubierto que la música rock hace comer más rápido y más cantidad de alimentos, mientras que la música clásica, sobre todo los movimientos lentos de la música de cuerdas, induce a comer más lento y consumir menos comida. Basándose en estos y otros estudios de mercado, las cadenas de restaurantes de comida rápida ponen en sus establecimientos música que tiende a ser muy animada y de ritmo rápido, alentando así a sus clientes a acabar «volando» sus comidas (muy abundantes) y pasar rápido por el bullicio de las cajas registradoras.
Los restaurantes elegantes ofrecen sonidos más sofisticados. Recuerdo la cena inaugural de un elegante establecimiento de Boulder, especializado en nouvelle cuisine, a la que fui con tres amigos. Entramos en un local ricamente decorado, en el que había profusión de obras de arte contemporáneo, con mucho colorido. Nos sentamos y leímos con detenimiento la seductora carta. Pero tuve la impresión de que algo estaba mal, que no iba a ser una cena fabulosa. Era la música: jazz con el volumen muy alto, muy a tono con la decoración, pero no apropiado para la conversación ni para la comida. Casi no lográbamos hacernos oír por encima de los sonidos disonantes, y los tempí nos hicieron comer demasiado rápido. La comida era extraordinaria, el ambiente sónico, un desastre. Al final de la comida le comenté esto (educada-mente) a la propietaria, que se ofendió, se sintió insultada. Vamos, ella había ambientado su restaurante siguiendo el modelo de uno de los más prósperos establecimientos de Greenwich Village en Nueva York.
—La música es la personalidad vital de nuestro restaurante —me dijo—. No se puede cambiar.
—Los precios van a ahuyentar a los estudiantes —le dije—.Y el sonido va a ahuyentar a las personas que pueden pagar la comida.
A los seis meses tuvo que cerrar el establecimiento.
Un restaurador italiano que conozco, Lorenzo, posee más comprensión musical. Tiene dos turnos de comidas cada tarde, a las seis y a las ocho, y cuenta con un arpista, un violinista y un pianista para amenizar musicalmente cada plato. «No queremos que nuestros clientes se sientan urgidos a comer rápido», dice, y luego añade en tono confidencial: «Cuando es hora de que se marchen siempre puedo añadir un vals de Strauss para animarlos a seguir la conversación fuera del restaurante».

La música favorece la resistencia. Desde el nacimiento de la cultura y la civilización, la gente ha trabajado en las granjas y campos, en los barcos y a lomo de caballo, en mercados y alrededor del hogar, acompañándose por canciones. La música en estos ambientes favorece la vitalidad y la resistencia. Pensemos, por ejemplo, en la canción «I've Been Working on the Railroad» que entonaban mientras construían las líneas de ferrocarril a lo largo y ancho de Estados Unidos. El tempo rápido, de 90 unidades por minuto, da vigor, sobre todo si se combina con ejercicio físico, como caminar o bailar, e incluso montar en bicicleta. Una carrera de bicicleta transcontinental que se corrió hace poco al ritmo de música, entre Santa Mónica (California) y Nueva York, marcó el récord mundial de 9 días, 23 horas y 15 minutos. Un ciclista comentó que escuchar cintas de música instrumental destinada a sincronizar la actividad cardiovascular y muscular mejoró en un 25 % su rendimiento en carrera de fondo. Actualmente se venden cintas de «música sincronizada para alto rendimiento» para correr, trotar, esquiar y otras actividades que requieren vigor y que tienen sus propios cadencia y ritmo. (Tenga presente que estas cintas se pueden escuchar a volumen suave durante los ejercicios para no dañar los oídos.)

La música mejora la receptividad inconsciente al simbolismo. Los directores de cine saben muy bien lo importante que es la banda sonora para el éxito de sus películas. A veces el sonido puede generar y sostener la tensión de una película mejor que lo que ocurre en la pantalla, evocando símbolos arquetípicos y apelando al inconsciente del público. De la misma forma, las nuevas terapias experimentales han usado la relajación combinada con música para explorar el inconsciente y sacar a la luz traumas que han estado encerrados en el cuerpo.

La música genera la sensación de seguridad y bienestar. Una música «segura» no es necesariamente hermosa, lenta ni romántica. Es sencillamente música que ofrece un refugio al oyente. La música popular de cada generación no sólo expresa sus intereses o preocupaciones colectivos sino que también crea un santuario o refugio sónico. Las generaciones de mis padres y abuelos encontraban seguridad en los majestuosos himnos que conocían de memoria; gracias a esas bellas canciones y oraciones lograron resistir la Gran Depresión, las guerras mundiales y muchas otras penurias. Durante la época de la guerra de Vietnam se hicieron populares las canciones de Simón y Gar-funkel, Joan Baez, Judy Collins y Bob Dylan; aunque escritas e interpretadas en un espíritu de confrontación y protesta, sin embargo a millones de jóvenes esta música les ofrecía una manera sana y segura de sentir y comunicar sus complejos miedos y preocupaciones. Para la juventud actual la música también es un refugio; mediante el volumen, alta energía y letras prohibidas, las músicas rap, hip hop, punk y grunge aislan y protegen a los jóvenes en un mundo que les parece excesivamente materialista e hipócrita.

Estos ejemplos nos demuestran la capacidad de la música para hacernos volver a sistemas curativos autogenerados y para conectar con los ritmos más profundos de la vida. Durante los cincuenta últimos años la sociedad se ha vuelto dependiente de especialistas. Se nos ha programado para acudir al médico cuando sentimos dolor o una sensación desconocida, y esperamos que el médico nos diagnostique el trastorno y nos diga qué hemos de tomar o hacer. Cuando comenzamos a integrar la mente y el cuerpo y a participar plena-mente en el proceso de la salud, nos independizamos. Recurriendo a nuestra sabiduría musical recién descubierta podríamos comprobar que los modelos médicos más antiguos se pueden aplicar con más eficacia y creatividad.

Todos tenemos nuestras músicas predilectas y estamos fascinados por sus efectos. En lugar de hablar de subespecies del efecto Mozart -por ejemplo, el efecto Brahms, el efecto Gershwin, el efecto Sinatra, el efecto Ray Charles, el efecto Grateful Dead o el efecto Madonna-, voy a reseñar brevemente algunas de las amplias influencias de diferentes tipos de música.
Observe, por favor, que dentro de cada género hay una variedad de estilos. Algunos son activos y potentes mientras que otros son pasivos y relajadores. Por ejemplo, el hot jazz podría intensificarle la circulación sanguínea, acelerarle el pulso y ponerle las hormonas a toda marcha, mientras que el cool-jazz podría bajarle la tensión arterial, ponerle el cerebro en modalidad alfa y calmarlo. Las siguientes tendencias son generales y las puede modificar bastante el estado, la dieta, el entorno y la postura del oyente.

El canto gregoriano usa los ritmos de la respiración natural para crear la sensación de espacio amplio y relajado. Es excelente para el estudio y la meditación silenciosos y puede reducir el estrés.
La música barroca lenta (Bach, Haendel,Vivaldi, Corelli) induce una sensación de estabilidad, orden, previsibilidad y seguridad, y genera un ambiente mentalmente estimulante para el estudio o el trabajo.
La música clásica (Haydn y Mozart) tiene claridad, elegancia y transparencia. Puede mejorar la concentración, la memoria y la percepción espacial.
La música romántica (Schubert, Schumann, Tchaikovsky, Chopin y Liszt) da importancia a la expresión y el sentimiento, y suele recurrir a temas de individualismo, nacionalismo o misticismo. Su mejor uso es para favorecer la compasión, la comprensión y el amor.
La música impresionista (Debussy, Fauré y Ravel) se basa en estados anímicos e impresiones de libre fluir, y evoca imágenes oníricas. Un cuarto de hora de ensoñación musical seguido por unos cuantos minutos de ejercicios de estiramiento pueden desbloquear los impulsos creativos y conectar con el inconsciente.
La música de jazz, blues, dixieland, soul, calipso, reggae y otras formas de música y baile procedentes de la expresiva herencia africana pueden elevar el ánimo e inspirar, inducir alegría y tristeza profundas, transmitir ingenio e ironía y afirmar nuestra humanidad común.
La salsa, la rumba, el merengue, la macarena y otras formas de música sudamericana tienen un ritmo alegre y vivo y un movimiento que puede acelerar los ritmos cardiaco y respiratorio, y hacer moverse todo el cuerpo. En cambio la samba tiene la rara capacidad de calmar y despertar al mismo tiempo.
La música big band, pop, cuarenta principales y country-western pueden estimular un movimiento de leve a moderado, captar las emociones y generar una sensación de bienestar.
La música rock de cantantes como Elvis Presley, los Rolling Stones o Michael Jackson puede agitar las pasiones, estimular el movimiento activo, aflojar las tensiones, enmascarar el dolor y reducir el efecto de otros sonidos fuertes y desagradables del entorno. También puede producir tensión, disonancia, estrés y dolor corporal cuando no se está en ánimo de divertirse vigorosamente.
La música ambiental, de actitud o de la Nueva Era sin ningún ritmo dominante (por ejemplo, la música de Seven Halpern o Brian Eno) prolonga nuestra sensación de espacio y tiempo y puede inducir un estado de alerta relajada.
La música heavy metal, punk, rap, hip hop y grunge puede excitar el sistema nervioso, favoreciendo un comportamiento y una autoexpresión dinámicos. También puede indicar a otros (sobre todo a los adultos que conviven con sus adolescentes musicalmente agresivos) la profundidad e intensidad del caos interior y la necesidad de liberación de la generación más joven.
La música religiosa y sacra, por ejemplo los tambores chamánicos, los himnos de iglesia, la música gospel y los espirituales, pueden conectarnos con el momento presente y conducirnos a sentimientos de profunda paz y percepción espiritual. También puede ser utilísima para trascender, y aliviar, el dolor o sufrimiento.

viernes, 16 de enero de 2009

Chistes!

Un ladrón le grita a otro, en medio de un asalto:
¡Viene la policía!
¿Y ahora qué hacemos?
¡Saltemos por la ventana!
¡Pero si estamos en el piso 13!
¡Éste no es momento para supersticiones!
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Es totalmente cierto que el vino gana con la edad;
cuanto más viejo me voy haciendo, más me gusta.
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Está José y le dice a Juan:
Oye compadre, te tengo una buena y una mala noticia.
- ¡Ah! compa José, sabes qué, ya estoy harto de malas noticias, sólo dime la buena.
- La bolsa de aire del coche que me prestaste, sí funciona.
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Primer acto:
Don Porfirio Díaz volando en un avión.
Segundo acto:
Sale la esposa de Don Porfirio Díaz volando en otro avión.
Tercer acto:
Salen los hijos de Don Porfirio Díaz volando en otro avión.
¿Cómo se llamó la obra?
¡¡Los Díaz pasan volando!!
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Va una india en el metro riéndose,
y una señorra que va detrás de ella le pregunta: ¿Qué le pasa señora?
La india responde:
- Es que hice tonta a la cajera que me vendió el boleto,
le compré uno de ida y vuelta, y no pienso regresar.