jueves, 29 de enero de 2009

La música influye al Ser Humano.

Del Doctor Don Campbell

¿Recuerda esa ilusión óptica en que líneas de igual longitud se ven más largas o más cortas según el sentido en que apuntan las flechas dibujadas en sus extremos? La música puede crear ilusiones temporales que cambian nuestra percepción del tiempo.
El sonido y la música afectan sutilmente nuestra percepción del tiempo y el espacio, y los podemos usar para acelerarnos, lentificarnos, o para modificar nuestro ambiente.

La música refuerza la memoria y el aprendizaje. Hemos visto que cuando hacemos ejercicio, la música puede aumentarnos la vitalidad. Lo mismo ocurre cuando estudiamos. Tener una música de fondo liviana, de ritmo sencillo (por ejemplo, Mozart o Vivaldi), ayuda a muchas personas a concentrarse durante periodos más largos; a otras podría distraerlas. Escuchar música barroca mientras se estudia puede aumentar la capacidad de memorizar nombres, versos y palabras extranjeras. El método del doctor Georgi Lozanov, que consiste en escuchar música para mejorar la memoria, es tal vez el más conocido, y hablaremos de él en el capítulo sobre la educación.

La música favorece la productividad. Los estudios sobre la salud y la memoria en ambientes laborales han cambiado radicalmente la forma en que se usa la música en el lugar de trabajo. En un estudio realizado por la Universidad de Washington, noventa personas trabajaron en preparar y corregir un original para la imprenta. En el grupo que escuchó música clásica liviana durante noventa minutos aumentó en un 21.3 % su eficiencia y precisión. El grupo que escuchó música del tipo radio comercial sólo mejoró en un 2.4 %. Las personas que hicieron el trabajo en silencio resultaron un 8.3 % más eficientes en la corrección que las que estaban trabajando con el ruido habitual de la oficina. AT&T y DuPont han reducido a la mitad el tiempo de formación de sus empleados con programas de música creativa. Equitable Life Insurance aumentó en un 17 % la productividad de los transcriptores a las seis semanas de haber introducido música en la oficina, y Mississippi Power & Light aumentó en un 18.6 % la eficiencia del departamento de facturación a los nueve meses de haber instituido un programa de escucha musical.

La música favorece el romance y la sexualidad. La música puede estimular la pasión, o extinguirla. Una amiga me contó lo que ocurrió una noche en que deseaba seducir a su novio durante la cena. Todo estaba perfecto: las flores, la comida y las bebidas. En el último instante sacó una cinta de casete que imaginó vendría de perlas: la sonata «Claro de Luna» de Beethoven. «¿Qué podría ser más romántico?», pensó, evocando imágenes de parejas que pasean cogidas del brazo por las calles de París o Viena, iluminadas por la luna. Sonó el timbre, ella pulsó el botón «Play» y empezó a sonar la música. Durante los diez primeros minutos la velada discurrió impecable. Lo que olvidó ella fue que es sólo el primer movimiento de la sonata el que evoca la luz de la luna. Después la música adquiere un ritmo ligero, rápido, activo, y los dos se sintieron como si tuvieran que comer a toda prisa. Lamentablemente el tempo no los llevó al dormitorio. Para rematarlo, la sonata siguiente que venía en la cinta era la «Patética», y el resultado fue, pues eso, patético.
A mi amiga no se le ocurrió cambiar la música. Una mejor elección habría sido la banda sonora de Memorias de África, que crea un ambiente emocional más romántico y tranquilo.

La música estimula la digestión. Investigadores de la Universidad Johns Hopkins han descubierto que la música rock hace comer más rápido y más cantidad de alimentos, mientras que la música clásica, sobre todo los movimientos lentos de la música de cuerdas, induce a comer más lento y consumir menos comida. Basándose en estos y otros estudios de mercado, las cadenas de restaurantes de comida rápida ponen en sus establecimientos música que tiende a ser muy animada y de ritmo rápido, alentando así a sus clientes a acabar «volando» sus comidas (muy abundantes) y pasar rápido por el bullicio de las cajas registradoras.
Los restaurantes elegantes ofrecen sonidos más sofisticados. Recuerdo la cena inaugural de un elegante establecimiento de Boulder, especializado en nouvelle cuisine, a la que fui con tres amigos. Entramos en un local ricamente decorado, en el que había profusión de obras de arte contemporáneo, con mucho colorido. Nos sentamos y leímos con detenimiento la seductora carta. Pero tuve la impresión de que algo estaba mal, que no iba a ser una cena fabulosa. Era la música: jazz con el volumen muy alto, muy a tono con la decoración, pero no apropiado para la conversación ni para la comida. Casi no lográbamos hacernos oír por encima de los sonidos disonantes, y los tempí nos hicieron comer demasiado rápido. La comida era extraordinaria, el ambiente sónico, un desastre. Al final de la comida le comenté esto (educada-mente) a la propietaria, que se ofendió, se sintió insultada. Vamos, ella había ambientado su restaurante siguiendo el modelo de uno de los más prósperos establecimientos de Greenwich Village en Nueva York.
—La música es la personalidad vital de nuestro restaurante —me dijo—. No se puede cambiar.
—Los precios van a ahuyentar a los estudiantes —le dije—.Y el sonido va a ahuyentar a las personas que pueden pagar la comida.
A los seis meses tuvo que cerrar el establecimiento.
Un restaurador italiano que conozco, Lorenzo, posee más comprensión musical. Tiene dos turnos de comidas cada tarde, a las seis y a las ocho, y cuenta con un arpista, un violinista y un pianista para amenizar musicalmente cada plato. «No queremos que nuestros clientes se sientan urgidos a comer rápido», dice, y luego añade en tono confidencial: «Cuando es hora de que se marchen siempre puedo añadir un vals de Strauss para animarlos a seguir la conversación fuera del restaurante».

La música favorece la resistencia. Desde el nacimiento de la cultura y la civilización, la gente ha trabajado en las granjas y campos, en los barcos y a lomo de caballo, en mercados y alrededor del hogar, acompañándose por canciones. La música en estos ambientes favorece la vitalidad y la resistencia. Pensemos, por ejemplo, en la canción «I've Been Working on the Railroad» que entonaban mientras construían las líneas de ferrocarril a lo largo y ancho de Estados Unidos. El tempo rápido, de 90 unidades por minuto, da vigor, sobre todo si se combina con ejercicio físico, como caminar o bailar, e incluso montar en bicicleta. Una carrera de bicicleta transcontinental que se corrió hace poco al ritmo de música, entre Santa Mónica (California) y Nueva York, marcó el récord mundial de 9 días, 23 horas y 15 minutos. Un ciclista comentó que escuchar cintas de música instrumental destinada a sincronizar la actividad cardiovascular y muscular mejoró en un 25 % su rendimiento en carrera de fondo. Actualmente se venden cintas de «música sincronizada para alto rendimiento» para correr, trotar, esquiar y otras actividades que requieren vigor y que tienen sus propios cadencia y ritmo. (Tenga presente que estas cintas se pueden escuchar a volumen suave durante los ejercicios para no dañar los oídos.)

La música mejora la receptividad inconsciente al simbolismo. Los directores de cine saben muy bien lo importante que es la banda sonora para el éxito de sus películas. A veces el sonido puede generar y sostener la tensión de una película mejor que lo que ocurre en la pantalla, evocando símbolos arquetípicos y apelando al inconsciente del público. De la misma forma, las nuevas terapias experimentales han usado la relajación combinada con música para explorar el inconsciente y sacar a la luz traumas que han estado encerrados en el cuerpo.

La música genera la sensación de seguridad y bienestar. Una música «segura» no es necesariamente hermosa, lenta ni romántica. Es sencillamente música que ofrece un refugio al oyente. La música popular de cada generación no sólo expresa sus intereses o preocupaciones colectivos sino que también crea un santuario o refugio sónico. Las generaciones de mis padres y abuelos encontraban seguridad en los majestuosos himnos que conocían de memoria; gracias a esas bellas canciones y oraciones lograron resistir la Gran Depresión, las guerras mundiales y muchas otras penurias. Durante la época de la guerra de Vietnam se hicieron populares las canciones de Simón y Gar-funkel, Joan Baez, Judy Collins y Bob Dylan; aunque escritas e interpretadas en un espíritu de confrontación y protesta, sin embargo a millones de jóvenes esta música les ofrecía una manera sana y segura de sentir y comunicar sus complejos miedos y preocupaciones. Para la juventud actual la música también es un refugio; mediante el volumen, alta energía y letras prohibidas, las músicas rap, hip hop, punk y grunge aislan y protegen a los jóvenes en un mundo que les parece excesivamente materialista e hipócrita.

Estos ejemplos nos demuestran la capacidad de la música para hacernos volver a sistemas curativos autogenerados y para conectar con los ritmos más profundos de la vida. Durante los cincuenta últimos años la sociedad se ha vuelto dependiente de especialistas. Se nos ha programado para acudir al médico cuando sentimos dolor o una sensación desconocida, y esperamos que el médico nos diagnostique el trastorno y nos diga qué hemos de tomar o hacer. Cuando comenzamos a integrar la mente y el cuerpo y a participar plena-mente en el proceso de la salud, nos independizamos. Recurriendo a nuestra sabiduría musical recién descubierta podríamos comprobar que los modelos médicos más antiguos se pueden aplicar con más eficacia y creatividad.

Todos tenemos nuestras músicas predilectas y estamos fascinados por sus efectos. En lugar de hablar de subespecies del efecto Mozart -por ejemplo, el efecto Brahms, el efecto Gershwin, el efecto Sinatra, el efecto Ray Charles, el efecto Grateful Dead o el efecto Madonna-, voy a reseñar brevemente algunas de las amplias influencias de diferentes tipos de música.
Observe, por favor, que dentro de cada género hay una variedad de estilos. Algunos son activos y potentes mientras que otros son pasivos y relajadores. Por ejemplo, el hot jazz podría intensificarle la circulación sanguínea, acelerarle el pulso y ponerle las hormonas a toda marcha, mientras que el cool-jazz podría bajarle la tensión arterial, ponerle el cerebro en modalidad alfa y calmarlo. Las siguientes tendencias son generales y las puede modificar bastante el estado, la dieta, el entorno y la postura del oyente.

El canto gregoriano usa los ritmos de la respiración natural para crear la sensación de espacio amplio y relajado. Es excelente para el estudio y la meditación silenciosos y puede reducir el estrés.
La música barroca lenta (Bach, Haendel,Vivaldi, Corelli) induce una sensación de estabilidad, orden, previsibilidad y seguridad, y genera un ambiente mentalmente estimulante para el estudio o el trabajo.
La música clásica (Haydn y Mozart) tiene claridad, elegancia y transparencia. Puede mejorar la concentración, la memoria y la percepción espacial.
La música romántica (Schubert, Schumann, Tchaikovsky, Chopin y Liszt) da importancia a la expresión y el sentimiento, y suele recurrir a temas de individualismo, nacionalismo o misticismo. Su mejor uso es para favorecer la compasión, la comprensión y el amor.
La música impresionista (Debussy, Fauré y Ravel) se basa en estados anímicos e impresiones de libre fluir, y evoca imágenes oníricas. Un cuarto de hora de ensoñación musical seguido por unos cuantos minutos de ejercicios de estiramiento pueden desbloquear los impulsos creativos y conectar con el inconsciente.
La música de jazz, blues, dixieland, soul, calipso, reggae y otras formas de música y baile procedentes de la expresiva herencia africana pueden elevar el ánimo e inspirar, inducir alegría y tristeza profundas, transmitir ingenio e ironía y afirmar nuestra humanidad común.
La salsa, la rumba, el merengue, la macarena y otras formas de música sudamericana tienen un ritmo alegre y vivo y un movimiento que puede acelerar los ritmos cardiaco y respiratorio, y hacer moverse todo el cuerpo. En cambio la samba tiene la rara capacidad de calmar y despertar al mismo tiempo.
La música big band, pop, cuarenta principales y country-western pueden estimular un movimiento de leve a moderado, captar las emociones y generar una sensación de bienestar.
La música rock de cantantes como Elvis Presley, los Rolling Stones o Michael Jackson puede agitar las pasiones, estimular el movimiento activo, aflojar las tensiones, enmascarar el dolor y reducir el efecto de otros sonidos fuertes y desagradables del entorno. También puede producir tensión, disonancia, estrés y dolor corporal cuando no se está en ánimo de divertirse vigorosamente.
La música ambiental, de actitud o de la Nueva Era sin ningún ritmo dominante (por ejemplo, la música de Seven Halpern o Brian Eno) prolonga nuestra sensación de espacio y tiempo y puede inducir un estado de alerta relajada.
La música heavy metal, punk, rap, hip hop y grunge puede excitar el sistema nervioso, favoreciendo un comportamiento y una autoexpresión dinámicos. También puede indicar a otros (sobre todo a los adultos que conviven con sus adolescentes musicalmente agresivos) la profundidad e intensidad del caos interior y la necesidad de liberación de la generación más joven.
La música religiosa y sacra, por ejemplo los tambores chamánicos, los himnos de iglesia, la música gospel y los espirituales, pueden conectarnos con el momento presente y conducirnos a sentimientos de profunda paz y percepción espiritual. También puede ser utilísima para trascender, y aliviar, el dolor o sufrimiento.

viernes, 16 de enero de 2009

Chistes!

Un ladrón le grita a otro, en medio de un asalto:
¡Viene la policía!
¿Y ahora qué hacemos?
¡Saltemos por la ventana!
¡Pero si estamos en el piso 13!
¡Éste no es momento para supersticiones!
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Es totalmente cierto que el vino gana con la edad;
cuanto más viejo me voy haciendo, más me gusta.
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Está José y le dice a Juan:
Oye compadre, te tengo una buena y una mala noticia.
- ¡Ah! compa José, sabes qué, ya estoy harto de malas noticias, sólo dime la buena.
- La bolsa de aire del coche que me prestaste, sí funciona.
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Primer acto:
Don Porfirio Díaz volando en un avión.
Segundo acto:
Sale la esposa de Don Porfirio Díaz volando en otro avión.
Tercer acto:
Salen los hijos de Don Porfirio Díaz volando en otro avión.
¿Cómo se llamó la obra?
¡¡Los Díaz pasan volando!!
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Va una india en el metro riéndose,
y una señorra que va detrás de ella le pregunta: ¿Qué le pasa señora?
La india responde:
- Es que hice tonta a la cajera que me vendió el boleto,
le compré uno de ida y vuelta, y no pienso regresar.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Cosas que todo el mundo debería saber sobre ciencia...

... sobre biología clásica...

1) Todas las naranjas umbilicadas proceden de un sólo árbol. A principios del siglo XIX, apareció un árbol mutante en una plantación en Brasil. Producía naranjas sin semillas. Cada naranja umbilicada de hoy procede de un brote que fue injertado de esa mutación de otro árbol, cuyas ramas fueron entonces injertadas en otro, y así sucesivamente.

2) La parte roja de la fresa no es el fruto. En realidad es una parte modificada del tallo. El fruto son los pequeños granitos amarillos pegados a los lados.

3) Las malas hierbas producen a menudo semillas durmientes. Algunas semillas de malas hierbas permanecerán dormidas a menos que sean expuestas a la luz o a menos que su revestimiento exterior resulte dañado. Ambas estrategias hacen que esas malas hierbas tengan mayores probabilidades de brotar en suelos recientemente removidos. Éste es el motivo por el que los terrenos acabados de arar se ven rápidamente cubiertos por malas hierbas.

4) Algunas plantas han evolucionado por sí mismas hasta convertirse en pequeños y extraños nichos ecológicos. El muérdago, por ejemplo, es un parásito. Cubre algunas de sus necesidades mediante la fotosíntesis (es verde, después de todo), pero extrae sus nutrientes de los árboles sobre los que crece.
De un modo similar, plantas como la atrapamoscas disfrutan de algún ocasional tentempié en la forma de un insecto para suplementar su aporte fotosintético.

5) El reino animal se sitúa en línea ascendente desde las estructuras primitivas como las esponjas hasta los seres humanos. Es el más variado de los reinos. Las esponjas contienen muchas células, pero cada una puede actuar independientemente de las demás: si pasa usted una esponja a través de un cedazo, por ejemplo, cada célula es capaz de producir un nuevo organismo. En los animales superiores, como el hombre, las células tienen funciones especializadas y dependen unas de otras para la supervivencia.


6) El animal más extraño tiene su propio filum. A mucha profundidad, arracimado entorno de los respiraderos hidrotérmicos en el suelo del océano, vive uno de los más extraños animales conocidos. Es un gusano rojizo que crea un largo y resistente tubo dentro del cual vive, alcanza los 60 centímetros de largo, ingiere su alimento, pero no tiene órganos que correspondan a una boca o intestinos. Al parecer, esos gusanos son alimentados por bacterias que viven dentro de sus células. Poseen todo un filum para ellos solos, puesto que ningún otro animal se parece ni remotamente a ellos.

7) Los ciempiés (si con m también!) no tienen 100 patas. Distintas especies de esta clase de artrópodos tienen entre 15 y 173 pares de patas. Algunas especies de milpiés (otra clase de artrópodos) tienen entre 20 y 400 pares.
8) Los insectos son los artrópodos que han conseguido un mayor éxito. La estimación del número total de insectos en el planeta asciende a 10-1-8..., aproximadamente mil millores de ellos por cada ser humano. Todos tienen tres pares de patas (lo cual los diferencia de las arañas, que tienen cuatro), exoesqueleto, y su cuerpo está segmentado en tres partes: cabeza, tórax y abdomen.

9) Dios siente un amor desmesurado hacia los escarabajos. Se dice que son con este comentario respondió el eminente biólogo británico J. B. S. Haldane a una pregunta de alguien que deseaba saber qué le había enseñado acerca de la mente del Creador el estudiar la Naturaleza. Entre los insectos de más éxito, el orden qeu ha conseguido un éxito mayor es el de los coleópteros o escarabajos. Hay más especies de escarabajos que de cualquiera otra cosa en la Tierra.

10) Los animales evolucionaron a través de un cierto número de formas primitivas. Los antepasados de las formas animales superiores incluyen cosas tales como lombrices, gusanos planos, gusanos segmentados, medusas y corales, y moluscos. Cada uno de ellos representa un filum separado de vida animal cuyo estudio los biólogos consideran tan importante como el de nuestro propio filum de cordados.
A veces las cosas pueden resultar engañosas. Animales como la estrella de mar y el erizo de mar, aunque parecen simples, son organismos más bien complejos. De hecho, representan la última rama del árbol evolutivo que conduce a los cordados, los vertebrados y, finalmente, a nosotros.

lunes, 29 de diciembre de 2008

El Zoo Humano- (II) STATUS Y SUPERSTATUS


En todo grupo organizado de mamíferos, cualquiera que sea el grado de cooperatividad que en él exista, se halla siempre presente una lucha por la dominación social. Mientras libra esta lucha, cada individuo adulto adquiere un determinado rango social que le da su posición, o status, en la jerarquía del grupo. La situación actual nunca permanece estable durante mucho tiempo, debido en gran parte a que todos cuantos participan en la lucha van envejeciendo. Cuando los que ocupan posiciones preeminentes llegan a la senilidad, ven disputada su autoridad y son derrocados por sus subordinados inmediatos. Se produce entonces una nueva lucha, al tiempo que todos ascienden un poco más en la escala social. En el otro extremo de la escala, los miembros más jóvenes del grupo están madurando rápidamente, manteniendo la presión desde abajo. Además, ciertos miembros del grupo pueden ser derribados de súbito por enfermedad o muerte accidental, dejando en la jerarquía huecos que es preciso llenar con rapidez.
La consecuencia general es una condición constante de tensión de estatus. En condiciones naturales, esta tensión es todavía tolerable, a causa de las limitadas dimensiones de las agrupaciones sociales. Si, no obstante, en el medio artificial de cautividad, el grupo se vuelve demasiado grande, o el espacio disponible demasiado pequeño, entonces la carrera por ascender de estatus se ha ce desenfrenada, las batallas rugen incontroladamente, y los jefes de las jaurías, manadas, colonias o tribus se ven sometidos a una fuerte tensión. Cuando esto sucede, los miembros más débiles del grupo son con frecuencia sacrificados, mientras los contenidos rituales de ostentación y contra ostentación degeneran en sangrienta violencia.
Antes de explorar esta delicada zona de la vida urbana, será útil echar un breve vistazo a las leyes básicas que rigen la lucha por la ascendencia social. El mejor modo de hacerlo es contemplar el campo de batalla desde el punto de vista del animal dominante.

“Si quiere usted gobernar su grupo y conseguir mantener su posición de poder, entonces hay diez reglas de oro que debe obedecer.”

1. DEBE USTED HACER CLARA OSTENTACIÓN DE LAS GALAS, ACTITUDES Y GESTOS DE LA DOMINACIÓN.

Para el babuino, esto significa una suave, bruñida y exuberante capa de pelo; una postura tranquila y sosegada cuando no está empeñado en disputas; un porte decidido y resuelto cuando está en actividad. No debe haber signos exteriores de inquietud, indecisión o titubeo.
Con unas cuantas modificaciones superficiales, ello es válido también para el jefe humano. La exuberante capa de piel se convierte en la rica y refinada vestidura del gobernante, que se distingue dramáticamente sobre la de sus subordinados. Asume posturas exclusivas de su papel dominante. Cuando está descansando, puede reclinarse o sentarse, mientras que los demás deben permanecer en pie hasta que se les dé permiso para seguir su ejemplo. Esto es típico también del babuino dominante, que puede tenderse perezosamente, mientras sus inquietos subordinados se mantienen cerca de él en posturas más alertas. La situación cambia en cuanto el jefe se lanza a una acción agresiva y empieza a afirmarse a sí mismo. Entonces, ya se trate de un babuino o de un príncipe, debe elevarse a una posición más encumbrada que la de sus seguidores. Debe, literalmente, elevarse por encima de ellos, emparejando su status psicológico con una postura física. Par el jefe babuino, esto es fácil: un mono dominante es casi siempre mucho más corpulento que sus subordinados. No tiene más que erguirse, y el mayor tamaño de su cuerpo hace el resto. La situación queda realzada al rebajarse y agacharse sus temerosos subordinados. El jefe humano puede necesitar ayudas artificiales. Puede amplificar su tamaño llevando grandes capas o altos tocados. Su estatura puede ser aumentada subiendo a un tronco, un estrado, un animal o un vehículo de alguna clase, o siendo llevado en alto por sus seguidores. El acuclillamiento de los babuinos más débiles se estiliza de diversas maneras: los humanos subordinados rebajan su estatura inclinando la cabeza, haciendo una reverencia, arrodillándose, haciendo zalemas o prosternándose.
Allá donde los emperadores han dejado paso a presidentes y primeros ministros elegidos, las ostentaciones de ascendencia personal se han hecho, sin embargo, menos patentes. En la función de la jefatura ha habido un desplazamiento del énfasis. El jefe del nuevo estilo es un servidor del pueblo que, además, es dominante, más que un dominador del pueblo, que, además, le sirve. Pone de relieve su aceptación de esta situación llevando ropas relativamente modestas, pero esto es sólo un truco. Se trata de un fraude de pequeña entidad que puede permitirse para aparentar ser uno más, pero que no debe llevarlo demasiado lejos, pues antes de que se dé cuenta habrá vuelto a convertirse realmente en uno más. Así, pues, de otras maneras menos detonantemente personales, debe continuar manifestando la ostentación exterior de su dominación. Puede conservar la ostentación en la forma en que viaja, con caravanas de automóviles, escoltas y aviones particulares. Puede seguir rodeándose de un nutrido grupo de subordinados profesionales -ayudas de cámara, secretarios, sirvientes, ayudantes personales, guardias de corps, cortesanos, etc.-, parte de cuyo trabajo consiste, tan sólo, en ser vistos mostrándose serviles hacia él, acrecentando con ello su imagen de superioridad social. Sus posturas, movimientos y gestos de dominación pueden ser conservados sin modificarlos. Porque las señales de poder que transmiten son básicas a la especie humana, aceptadas inconscientemente, y pueden, por tanto, eludir toda restricción. Sus movimientos y gestos son tranquilos y reposados, o firmes y decididos. (¿Cuándo ha visto usted correr a un presidente o a un primer ministro, excepto cuando estaba haciendo ejercicio voluntariamente?) En la conversación, utiliza sus ojos como armas, lanzando una mirada fija en momentos en que sus subordinados estarían desviando cortésmente la vista, y volviendo la cabeza en momentos en que sus subordinados estarían mirando fijamente. No tiene movimientos nerviosos, crispaciones ni titubeos. Éstas son esencialmente las reacciones de sus subordinados. Si el jefe las realiza, es algo que falla gravemente en él en su papel de miembro del grupo.

2. EN MOMENTOS DE RIVALIDAD ACTIVA, DEBE USTED AMENAZAR AGRESIVAMENTE A SUS SUBORDINADOS.

Al menor indicio de desafío por parte de un babuino subordinado, el jefe del grupo responde en el acto con una impresionante ostentación de conducta amenazadora. Existe toda una gama de manifestaciones amenazadoras de posible utilización, que varían desde las motivadas por una gran cantidad de agresión mezclada con un poco de miedo, hasta las motivadas por una gran cantidad de miedo y sólo un poco de agresión. Estas últimas –las asustadas amenazas de individuos débiles pero hostiles- nunca son manifestadas por un animal dominante, a menos que su jefatura se esté tambaleando. Cuando su posición es segura, sólo exhibe las ostentaciones de amenaza más agresivas. Puede sentirse tan seguro que lo único que necesite hacer es indicar que está a punto de amenazar, sin molestarse en llevarlo a cabo. Una simple sacudida de su maciza cabeza en dirección al levantisco subordinado puede ser suficiente para someter al individuo inferior. Estas acciones se denominan movimientos de intención, y funcionan exactamente de la misma forma en la especie humana. Un poderoso jefe humano, irritado por las actividades de un subordinado, no necesita más que agitar su cabeza en dirección a este último y clavar en él su mirada para conseguir afirmar su dominio. Si tiene que levantar la voz o repetir una orden, su dominación es ligeramente menos segura, y, al recuperar por fin el control de la situación tendrá que establecer su status administrando una reprimenda o alguna especie de castigo simbólico.
El acto de levantar la voz, o de montar en cólera, no es más que un signo de debilidad en un jefe cuando se produce como reacción a una amenaza inmediata. Puede ser usado también, espontánea o deliberadamente, por un gobernante fuerte como medio general para consolidar su posición. Del mismo modo puede comportarse un babuino dominante, cargando de súbito contra sus subordinados y aterrorizándolos, recordándoles sus poderes. Esto le permite poner en claro unos cuantos puntos, y, después, puede imponer más fácilmente su voluntad con un simple movimiento de cabeza. Los jefes humanos actúan de esta manera de vez en cuando, promulgando severos edictos, practicando inspecciones relámpago o arengando al grupo con vigorosos discursos. Si es usted un jefe, es peligroso que permanezca silencioso, oculto o inadvertido durante demasiado tiempo. Si las condiciones naturales no incitan a una demostración de poder, es preciso inventar circunstancias que lo hagan. No basta tener poder, es preciso que se note. No basta tener poder, es preciso que se note. Ahí radica el valor de las manifestaciones espontáneas de amenaza.

3. EN MOMENTOS DE DESAFÍO FÍSICO, USTED (O SUS DELEGADOS) DEBE PODER DOMINAR POR LA FUERZA A SUS SUBORDINADOS.

Si fracasa una manifestación de amenaza, entonces debe producirse un ataque físico. Si es usted un jefe babuino, éste es un paso peligroso por dos razones. En primer lugar, en una lucha física hasta el vencedor puede resultar dañado, y el perjuicio es mucho más grave para un animal dominante que para un subordinado. Le hace menos intimidante para un atacante posterior. En segundo lugar, se halla siempre superado en número por sus subordinados, y si éstos reciben un estímulo suficientemente fuerte pueden lanzarse en masa contra él y vencerle mediante un esfuerzo combinado. A estos dos hechos se debe el que la amenaza, y no el ataque real, sea el método preferido por los individuos dominantes.
Para superar este trance, el jefe humano acude al empleo de una clase especial de supresores tan especializados y expertos en su tarea, que sólo un levantamiento general de toda la población sería lo suficientemente fuerte para derrotarlos. En casos extremos, el déspota empleará una clase aún más especializada de supresores (como la Policía secreta), cuya misión es suprimir a los supresores ordinarios si por casualidad llegan a desmandarse. Mediante una inteligente manipulación y administración, es posible dirigir un sistema agresivo de este tipo de modo que sólo el jefe conozca bastante de lo que está sucediendo para poder controlarlo. Todos los demás se hallan en un estado de confusión, a menos que reciban órdenes desde arriba, y, de esta manera, el déspota moderno puede mantener las riendas y dominar efectivamente.

4. SI UN DESAFIO IMPLICA MÁS MAÑA QUE FUERZA, DEBE USTED PODER MOSTRARSE MÁS INTELIGENTE QUE SUS SUBORDINADOS.

El jefe babuino debe ser astuto, rápido e inteligente, además de fuerte y agresivo. Evidentemente, esto es aún más importante para un jefe humano. En los casos en que existe un sistema de jefatura heredada, el individuo estúpido es rápidamente depuesto, o se convierte en un simple peón manejado a su antojo por los verdaderos jefes.
Hoy día,, los problemas son tan complejos que el jefe se ve obligado a rodearse de especialistas intelectuales, pero, esto no obstante, necesita poseer una gran perspicacia y claridad mental. Es él quien debe tomar las decisiones finales, y tomarlas resuelta y firmemente, sin titubeos. Tan vital es esta cualidad en la jefatura, que es más importante adoptar sin vacilaciones una decisión firme, que adoptar la correcta. Muchos jefes poderosos han sobrevivido a decisiones equivocadas, adoptadas con fuerza y firmeza, pero pocos han sobrevivido a la vacilante indecisión. La regla de oro de la jefatura, que en una Era nacional resulta desagradable de aceptar, consiste en que lo que de verdad importa es el modo en que se hace algo, más que lo mismo que se hace. Es una triste verdad que el jefe que hace cosas equivocadas del modo adecuado obtendrá, hasta cierto punto, mayor adhesión y disfrutará de más éxito que el que hace las cosas debidas de modo indebido.
Parece como si una de las maldiciones de la inmensa complejidad de la condición supertribal fuera que resulta casi imposible tomar decisiones claras y rotundas, concernientes a cuestiones importantes, sobre una base racional. Los datos disponibles son tan complicados, tan diversos y, con frecuencia, tan contradictorios, que cualquier decisión racional y razonable no puede por menos de entrañar una excesiva vacilación. El gran jefe supertribal no puede permitirse el lujo de una reflexiva espera y de ulterior examen de los hechos, tan típico del gran académico. La naturaleza biológica de su papel como animal le obliga a tomar una decisión rápida o a perder prestigio.

5. DEBE SOFOCAR LAS QUERELLAS QUE SURJAN ENTRE SUS SUBORDINADOS.

Si un jefe babuino presencia una reyerta, lo probable es que se apresure a ponerle fin, aun cuando no constituya en manera alguna una amenaza directa contra él. Esto le da otra oportunidad de manifestar su dominación y, al mismo tiempo, le ayuda a mantener el orden dentro del grupo. Las intromisiones de este tipo por parte del animal dominante se dirigen especialmente hacia los jóvenes pendencieros y contribuyen a inculcar en éstos la idea de la presencia entre ellos de un jefe poderoso.
El equivalente de esta conducta para el jefe humano es el control y la administración de las leyes de su grupo. Los gobernantes de las primitivas y más pequeñas supertribus se mostraban muy activos en este aspecto, pero en los tiempos modernos se ha ido produciendo una creciente delegación de estos deberes, a causa del cada vez mayor pero de otras cargas más directamente relacionadas con el status del jefe. Sin embargo, una comunidad pendenciera es una comunidad ineficaz, y es preciso conservar cierto grado de control e influencia.

6. DEBE RECOMPENSAR A SUS SUBORDINADOS INMEDIATOS PERMITIÉNDOLES DISFRUTAR DE LOS BENEFICIOS DE SUS ALTOS RANGOS.

Los babuinos subdominantes, aunque son los peores rivales del jefe, le son también de gran ayuda en tiempos de amenazas procedentes del exterior del grupo. Además, si son objeto de una represión demasiado fuerte, pueden confabularse contra él y deponerle. Disfrutan, por tanto, de privilegios que los miembros más débiles del grupo no pueden compartir. Gozan de más libertad de acción y se les permite estar más cerca del animal dominante que los machos jóvenes.
Todo dirigente humano que no haya obedecido esta regla se ha encontrado pronto en dificultades. Necesita más ayuda de sus subdominantes y se halla en mayor peligro de una revuelta de palacio que su equivalente babuino. Pueden suceder muchas más cosas a sus espaldas. El sistema de recompensar a los subdominantes requiere una gran habilidad. Un error en el género adecuado de recompensa puede dar demasiado poder a un serio rival. Lo malo es que un verdadero jefe no puede disfrutar de verdadera amistad. La verdadera amistad sólo puede ser plenamente expresada entre miembros situados en el mismo nivel, aproximadamente, de status. Puede existir, desde luego, una amistad parcial, en cualquier nivel, entre un dominante y un subordinado, pero siempre se ve afectada por la diferencia de rango. Por bien intencionados que puedan ser los implicados en una amistad de este tipo, inevitablemente se filtran en ella la condescendencia y la adulación, acabando por empeñar la pureza de la relación. El jefe, situado en la misma cúspide de la pirámide social, carece permanentemente de amigos; y sus amigos parciales son quizá más parciales de lo que él quiere creer. Como he dicho, la concesión de favores requiere una mano experta.

7. DEBE PROTEGER DE UNA PERSECUCIÓN INJUSTA A LOS MIEMBROS MÁS DÉBILES DEL GRUPO.

Las hembras preñadas tienden a arracimarse en torno al babuino macho dominante. Él hace frente a cualquier ataque contra estas hembras o contra las criaturas desvalidas con un ímpetu salvaje. Como defensor de los débiles, está asegurando la supervivencia de los futuros adultos del grupo.
Los dirigentes humanos han ido extendiendo su protección de los débiles hasta incluir también a los viejos, los enfermos y los inválidos. Se debe esto a que los gobernantes eficientes no sólo necesitan defender a los niños, que algún día aumentarán las filas de sus seguidores, sino también calmar las inquietudes de los adultos activos, todos los cuales se hallan amenazados por la senilidad final, la enfermedad súbita o la posible invalidez. En la mayoría de las personas, el impulso que conduce a prestar ayuda en semejantes casos es consecuencia de un desarrollo natural de su naturaleza biológicamente cooperadora. Mas para los gobernantes se trata también de hacer trabajar con mayor eficiencia a los súbitos, eliminando de sus mentes una pesada carga.

8. DEBE TOMAR DECISIONES CONCERNIENTES A LAS ACTIVIDADES SOCIALES DE SU GRUPO.

Cuando el jefe babuino se mueve, todo el grupo se mueve. Cuando descansa, el grupo descansa. Cuando come, el grupo come. El control directo de este tipo ha desaparecido, desde luego, para el jefe de una supertribu humana, pero puede, no obstante, desempeñar un papel vital para estimular otros rumbos más abstractos que toma su grupo. Puede fomentar las ciencias o poner énfasis en el aspecto militar. Al igual que lo que ocurre con las demás reglas de oro de la jefatura, es para él importante poner ésta en práctica, aun cuando no parezca ser estrictamente necesaria. Aunque una sociedad esté navegando venturosamente con rumbo fijo y satisfactorio, es para él vital cambiar de algún modo ese rumbo, a fin de hacer sentir su impacto. No basta simplemente con alterarlo como reacción a algo que está marchando mal. Debe espontáneamente, por su propia voluntad, insistir en nuevas líneas de desarrollo, so pena de ser considerado débil e inoperante. Si no tiene preferencias y entusiasmos definidos, debe inventarlos. Si se ve que posee lo que parecen ser firmes convicciones sobre ciertas materias, será tomado más en serio en todas las materias. Muchos dirigentes modernos parecen pasar esto por alto, y sus plataformas políticas adolecen de una desesperante falta de originalidad. Si ganan la batalla por la jefatura, no es porque sus programas son más sugestivos que los de sus rivales, sino porque son menos insulsos.

9. DEBE TRANQUILIZAR DE VEZ EN CUANDO A SUS SUBORDINADOS.

Si un babuino dominante quiere acercarse pacíficamente a un subordinado, tal vez encuentre dificultades para hacerlo, porque su proximidad es inevitablemente amenazadora. Puede superarlas mediante la realización de actos tranquilizadores. Éstos consisten en una aproximación suave, sin movimientos bruscos ni repentinos, acompañada de expresiones faciales (llamadas chasqueos de labios), que son típicas de los subordinados amigos. Esto le ayuda a calmar los temores del animal más débil, y el dominante puede acercarse.
Los jefes humanos, que son quizá característicamente ásperos y serios con sus subordinados inmediatos, adoptan con frecuencia una actitud de amistosa sumisión cuando entran en contacto personal con sus subordinados extremos. Presentan hacia ellos un aspecto de exagerada cortesía, sonriendo, saludando, estrechando manos interminablemente e, incluso, acariciando niños. Pero las sonrisas se esfuman tan pronto como se alejan y vuelven a sumergirse en su despiadado mundo de poder.

10. DEBE TOMAR LA INICIATIVA AL REPELER AMENAZAS O ATAQUES PROCEDENTESS DEL EXTERIOR DE SU GRUPO.

Es siempre el babuino dominante quien se halla a la vanguardia de la defensa contra un ataque procedente de un enemigo externo. Él desempeña el principal papel como protector del grupo. Para el babuino, el enemigo suele ser un miembro peligroso de otra especie, mas para jefe humano adopta la forma de un grupo rival de su misma especie. En tales momentos, su jefatura se ve sometida a una dura prueba, pero, en cierto sentido, menos dura que en tiempos de paz. La amenaza externa, como he señalado en el capítulo anterior, produce un efecto cohesivo tan poderoso sobre los miembros del grupo amenazado, que la tarea del jefe resulta, en muchos aspectos, más fácil. Cuanto más osado y temerario sea, más fervientemente parece estar protegiendo al grupo, que, atrapado en la contienda emocional, nunca se atreve a discutir sus actos (como lo haría en tiempo de paz), por irracionales que éstos puedan ser. Arrastrando por la grotesca ola de entusiasmo que suscita la guerra, el jefe fuerte se eleva a una situación de notable preeminencia. Con la mayor facilidad, puede persuadir a los miembros de su grupo, profundamente condicionados como están a considerar la muerte de otro ser humano como el crimen más espantoso, para que cometan la misma acción como un acto de honor y heroísmo. No puede permitirse cometer una equivocación, pero, si así ocurre, la noticia de su yerro siempre puede ser silenciada como perniciosa para la moral nacional. Si se hiciera público, todavía puede ser atribuida a la mala suerte, más que a un torcido criterio. Teniendo esto en cuenta, no es extraño que, en tiempo de paz, los dirigentes tengan propensión a inventar, o, al menos, exagerar, amenazas de potencias extranjeras a las que pueden asignar el papel de enemigos potenciales. Un poco más de cohesión es de gran utilidad.


Los monos que viven en los bosques tienen un sistema social más relajado; sus jefes se hallan sometidos a menos presiones. El babuino dominante tiene un papel más significativo que desempeñar, y por esta razón lo he seleccionado como ejemplo. El valor de la comparación babuino-humano radica en el modo en que revela la naturaleza básica de las pautas humanas de dominación. Los sorprendentes paralelismos que existen nos permiten contemplar bajo una nueva óptica el juego humano del poder y comprender lo que es: una pieza fundamental del comportamiento animal. Pero dejemos a los babuinos con sus sencillas tareas y examinemos más detenidamente las complicaciones de la situación humana.
Se ha dicho que para triunfar como dirigente en el mundo moderno, es necesario estar preparado para tomar decisiones importantes con un mínimo de información. Es ésta una forma aterradora de gobernar una supertribu, y, sin embargo, sucede continuamente. Existe demasiada información disponible para que la pueda asimilar un solo individuo, y también existe mucha más, escondida en el laberinto supertribal, que no puede ser utilizada jamás. Una solución racional es prescindir de la figura del jefe poderoso, relegarle al antiguo pasado tribal a que pertenecía, y remplazarle por una organización, servida por computadoras, de expertos especializados e interdependientes.
La erección de subgrupos especialistas no es la única solución al dilema del superstatus. También existen pseudotribus geográficamente localizadas. Cada puesto, ciudad y provincia existente dentro de una supertribu desarrolla su propia jerarquía regional, suministrando nuevos sustitutos de la frustrada jefatura supertribal.
A una escala aún menor, cada individuo tiene su propio círculo social de relaciones personales. La lista de nombres no comerciales de su agenda proporciona una buena indicación de la extensión de esta clase de pseudotribu. Esto es particularmente importante porque, como en una verdadera tribu, todos sus miembros le son personalmente conocidos. A diferencia de una verdadera tribu, sin embargo, no todos los miembros se conocen entre sí. Los grupos sociales se superponen y entrecruzan unos con otros en compleja red. No obstante, para cada individuo, su pseudotribu social constituye una esfera más en la que puede afirmarse a sí mismo y expresar su jefatura.
Otro importante modelo supertribal que ha contribuido a escindir el grupo sin destruirlo ha sido el sistema de clases sociales. Desde los tiempos de las más antiguas civilizaciones, han existido básicamente en la misma forma: una clase superior o gobernante, una clase media que comprende a los mercaderes y especialistas, y una clase baja de campesinos y jornaleros. Al dilatarse los grupos han aparecido subdivisiones y han variado los detalles, pero el principio ha permanecido idéntico.
El reconocimiento de las distintas clases ha hecho posible que los miembros de las situadas por debajo de la más alta se esfuercen por alcanzar un status de dominación más realista en su particular nivel de clase. Pertenecer a una clase es mucho más que una simple cuestión de dinero. Un hombre situado en la cúspide de su clase social puede ganar más que un hombre situado en el fondo de la clase inmediatamente superior. Los beneficios derivados de ser dominante en su propio nivel pueden ser tales que no sienta el menor deseo de abandonar su tribu de clase. Superposiciones de este tipo indican cuán fuertemente tribales pueden llegar a ser las clases.
Existe un nuevo sistema de fraccionamiento supertribal que se ha desarrollado recientemente. Están surgiendo las clases de edad. Se ha abierto un abismo, que va ensanchándose, entre lo que debemos llamar ahora una pseudotribu de jóvenes adultos y una pseudotribu de viejos adultos. La primera posee sus propias costumbres y su propio sistema de dominación, que van diferenciándose cada vez más de los de la segunda. El fenómeno, enteramente nuevo, de poderosos ídolos adolescentes y líderes estudiantiles se ha producido en una nueva e importante división pseudotribal. La acumulación de honores propios de los adultos viejos sobre las cabezas de líderes adultos jóvenes, o la tolerante aceptación de los extremismos de las modas y estilos de los adultos jóvenes, no han logrado sino conducir a nuevos excesos de rebeldía. (Si, por ejemplo, el consumo de marihuana llega a ser legalizado y obtiene una amplia difusión, será necesario un sustitutivo inmediato, del mismo modo que el alcohol tuvo que ser sustituido por la marihuana). Cuando estos excesos alcanzan un punto que los adultos viejos no pueden admitir, o que se niegan a imitar, entonces los adultos jóvenes pueden descansar tranquilos por algún tiempo. Haciendo ondear sus nuevas banderas pseudotribales, pueden disfrutar las satisfacciones de su nueva independencia pseudotribal y de su más manejable y reservado sistema de dominación.
La lección que se desprende de todo esto es que la vieja necesidad biológica de la especie humana de una precisa identidad tribal es una poderosa fuerza que no puede ser dominada. En cuento es invisiblemente reparada una fisura supertribal, aparece otra. Autoridades bienintencionadas hablan alegremente de esperanzas de una sociedad mundial. Teóricamente, no existe ninguna buena razón por la que pequeñas agrupaciones, satisfaciendo las exigencias de identidad tribal, no pueden interrelacionarse constructivamente dentro de supertribus florecientes que, a su vez, se relacionan recíproca y constructivamente entre sí para formar una masiva megatribu mundial. Los fracasos habidos hasta la fecha se han debido, en buena parte, a los intentos de suprimir las diferencias existentes entre los diversos grupos, en vez de encauzarlos a mejorar la naturaleza de estas diferencias convirtiéndolas en formas más fructíferas y pacíficas de interacción social competitiva.

“Los intentos de convertir al mundo entero en una gran extensión de uniforme monotonía se hallan condenados al desastre.”

El hecho de que tenga que luchar por su existencia significa, en el mejor de los casos, un levantamiento social, y, en el peor, derramamiento de sangre.
¿Dónde se encuentra exactamente este moderno buscador de status? Primero, tiene sus amigos y relaciones personales. Juntos, forman su pseudotribu social. Segundo, tiene su comunidad local, su pseudotribu regional. Tercero, tiene sus especializaciones: su ´profesión, oficio o empleo, y sus pasatiempos, aficiones o deportes. Éstas componen sus pseudotribus especialistas. Cuarto, tiene los restos de una tribu de clase y una nueva tribu de edad.
Todos estos subgrupos juntos le proporcionan una probabilidad de lograr algún tipo de dominación y de satisfacer su necesidad básica de status mucho mayor que si fuera simplemente una minúscula unidad en una masa homogénea, una hormiga humana arrastrándose por su gigantesco hormiguero supertribal. Hasta el momento, perfecto; pero existen inconvenientes.
En primer lugar, la dominación conseguida en un subgrupo limitado es también limitada. Puede ser real, pero es sólo una solución parcial. Resulta imposible ignorar el hecho de que existen en derredor cosas mayores. Ser un pez grande en un estanque pequeño no puede suprimir los sueños de un estanque más grande. En el pasado, esto no era problema, porque el rígido sistema de clases, implacablemente aplicado, mantenía a cada uno en su lugar. Esto tal vez fuera muy ordenado, pero podía conducir con demasiada facilidad a un estancamiento supertribal. Individuos de poco talento conseguían medrar, pero muchos de los que poseían grandes cualidades quedaban postergados, desperdiciando sus energías en objetivos estrictamente limitados. Era posible que un genio potencial de la clase baja tuviera menos posibilidades de éxito que un completo imbécil de la clase alta.
Parece, por tano, que toda supertribu de grandes dimensiones, vigorosa y progresiva, debe contener inevitablemente una elevada proporción de frustrados aspirantes a un status superior. La muda satisfacción de una sociedad rígida y estancada es sustituida por las febriles ansias e inquietudes de una sociedad móvil y en desarrollo. ¡Cómo reacciona ante esta situación el forcejeante aspirante a un status? La respuesta es que, si no puede llegar a la cumbre, hace cuando puede para crear la ilusión de ser menos subordinado de lo que es. Para comprender esto, será de utilidad a este respecto echar un vistazo al mundo de los insectos.
Muchas clases de insectos son venenosos, y los animales mayores aprenden a no comerlos. A estos insectos les interesa mostrar una bandera de advertencia de alguna especie. La avispa típica, por ejemplo, ostenta en su cuerpo unas visibles franjas negras y amarillas. Esto es tan manifiesto que a un animal de presa le resulta fácil recordarlo. Después de unas experiencias infortunadas, aprende rápidamente a rehuir a los insectos que exhiben este dibujo. Otras especies venenosas de insectos, no relacionadas con ellas, pueden ostentar también un dibujo similar. Se convierten en miembros de lo que se ha denominado un club de advertencia.
Para nosotros, lo que importa en el presente contexto es que algunas especies inofensivas de insectos se han aprovechado de este sistema desarrollando dibujos y colores similares a los miembros venenosos del club de advertencia. Ciertas moscas inocuas, por ejemplo, ostentan en sus cuerpos franjas negras y amarillas que imitan el dibujo y el colorido de las avispas. Convirtiéndose en falsos miembros del club de advertencia, obtienen los beneficios sin tener que poseer ningún auténtico veneno. Los animales agresores no se atreven a atacarlos, aun cuando, en realidad, constituirán un sabroso alimento.
Podemos utilizar este ejemplo de los insectos como burda analogía para ayudarnos a comprender lo que le ha sucedido al aspirante humano a un status. Todo lo que tenemos que hacer es sustituirla posesión de veneno por la posesión de dominio. Los individuos verdaderamente dominantes manifiestan su status superior de muchas maneras visibles. Agitarán sus banderas de dominación bajo la forma de los vestidos que llevan, las casas en que viven, el modo en que viajan, hablan, se divierten y comen. Llevando las insignias sociales del club de dominación, ponen inmediatamente en evidencia su status superior, tanto a sus subordinados como entre ellos mismos, de modo que no necesitan reafirmar constantemente su dominación de una forma más directa. Al igual que los insectos venenosos, no necesitan estar picando continuamente a sus enemigos; les basta con agitar la bandera que indica que podrían hacerlo si quisieran.
De ahí se sigue, lógicamente, que los subordinados inofensivos pueden unirse al club de dominación y disfrutar de sus beneficios con sólo exhibir las mismas banderas. Si, como las moscas negras y amarillas, pueden imitar a las avispas negras y amarillas, pueden, al menos, crear la ilusión de dominación.
El mimetismo de dominación se ha convertido, de hecho, en una considerable preocupación de los aspirantes supertribales a un status, y es importante examinarlo con más atención. Ante todo, es esencial trazar una clara distinción entre un símbolo de status y una mímica de dominación. Un símbolo de status es un signo exterior del verdadero nivel de la dominación que uno ha alcanzado. Una mímica de dominación es un signo exterior del nivel de dominación que a uno le gustaría alcanzar, pero al que aún no ha llegado. En términos de objetos materiales, un símbolo de status es algo de que uno dispone; una mímica de dominación es algo de que uno no dispone pro completo, pero que, sin embargo, puede adquirir. Por tanto, las mímicas de dominación implican con frecuencia importantes sacrificios en otras direcciones, mientras que esto no ocurre con los símbolos de status.
Las diversas reglas sobre la indumentaria constituyen un buen ejemplo. En Inglaterra, la ley del Parlamento de Westminster en 1363 tenía como objeto principal regular el modo de vestir de las diferentes clases sociales, tan importante había llegado a ser esta cuestión. En la Alemania del Renacimiento, una mujer que vistiera ropas pertenecientes a una clase superior a la suya se exponía a tener que llevar en torno al cuello una pesada argolla de madera. En la India se dictaron estrictas reglas que relacionaban la forma en que uno plegaba su turbante con su casta particular. En la Inglaterra de Enrique VIII, no se permitía llevar sombreros de terciopelo ni cadenas de oro a ninguna mujer cuyo marido no pudiera mantener un caballo veloz para el servicio del rey. En América, en la Nueva Inglaterra de los primeros tiempos, se prohibía a una mujer llevar un chal de seda a menos que su marido poseyera bienes por valor de mil dólares. Los ejemplos son innumerables.
En la actualidad, con el derrumbamiento de la estructura de clases estas leyes han sido muy restringidas. Se limitan ahora a unas cuantas categorías especiales tales como medallas, títulos e insignias cuyo uso todavía es ilegal, o, al menos, socialmente inaceptable, sin el apropiado status. En general, sin embargo, el individuo dominante está mucho menos protegido contra las prácticas de mimetismo de dominación de lo que estuvo en otro tiempo.

martes, 30 de septiembre de 2008

DATOS CURIOSOS



-Una cucaracha puede vivir varias semanas sin cabeza.





-Las mujeres parpadean casi el doble que los hombres.

-Es posible guiar a una vaca hacia arriba de unos escalones, pero no es posible hacerlo hacia abajo porque las rodillas de las vacas no pueden doblarse de una manera apropiada para caminar cuesta abajo.


-Es imposible estornudar sin cerrar los ojos.


-La silla eléctrica fue inventada por un dentista.

-Así como los perros orinan para marcar su territorio, los gallos cantan en las mañanas para delimitar el suyo. Lo hacen en las mañanas porque a esa hora las aves están más activas.



-El sentido del olfato de la mujer es más agudo durante su ovulación.



-La ciudad de México, Distrito Federal, tiene más taxis en el mundo, con más de 60,000.


-De acuerdo con escritos astronáuticos, la luna huele un poco como a cohetes de pólvora explotados.


-Las ardillas pierden más de la mitad de las nueces que esconden, porque se les olvida donde las escondieron. Pero con esto contribuyen a plantar más árboles.


-Para señalar la hora, antes se utilizaban cuadrantes solares que servían para conocer la hora diurna basados en la sombra que proyectaba una varilla. En el hemisferio boreal, las sombras se movían en el sentido en el que las manecillas de los relojes se mueven ahora, y de ahí se hizo la costumbre. Tal vez si los relojes se hubieran inventado en el hemisferio meridional, el sentido de las manecillas iría en dirección contraria.

viernes, 26 de septiembre de 2008

¡CUIDA EL AMBIENTE! ...algunas recomendaciones...

-No tires basura en las calles, carreteras, ríos, playas y otros lugares.





-Disfruta de las maravillas naturales o culturales, evita marcarlas o dañarlas para que otros puedan apreciarlas.





-Toma sólo fotografías de recuerdo; no te lleves plantas o animales.





-Nunca compres o utilices productos derivados de especies en peligro de extinción, como pieles de animales, huevos de tortuga o plumas de aves.





-Riega las plantas durante la noche o muy temprano, cuando el sol tarda más en evaporar el agua.





-Reutiliza el agua que juntaste de la regadera y de lavar las verduras para regar las plantas o el jardín.





-Nunca laves el automóvil con manguera; utiliza sólo una cubeta.





-Recolecta agua de lluvia para regar las plantas, limpiar la casa o el escusado.





-Utiliza el automóvil sólo lo indispensable.





-Comparte el automóvil lo más que puedas.





-Si vives en grandes ciudades utiliza el metro, el tren ligero o el trolebús. Son medios de transporte más económicos y amigables con el medioambiente.





-Infórmate sobre rutas alternas para que puedas desplazarte en tiempos cortos.





-Camina distancias cortas; haces ejercicio y no contaminas.





-El vidrio se recicla las veces que sea necesario y no pierde propiedades. En México se reciclan cerca de 100 mil toneladas al año.





-Los diferentes tipos de plástico no pueden mezclarse entre sí para reciclarse. Uno de los plásticos que no debe convertirse en basura es el PET, ya que es 100% reciclable. Se utiliza para envases de refrescos, agua, aceites comestibles, entre otros. Identifícalo con el símbolo de reciclaje en la pate inferior con el número 1.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Frases Célebres...

"Sexualmente, es decir, con mi alma."
Boris Vian

"La libertad es incompatible con el amor. Un amante es siempre un esclavo."
A.L. Germaine

"Se es viejo cuando se tiene más alegría por el pasado que por el futuro."
John Knittel

"El egoísta encuentra un placer malsano en turbar la alegría de los demás."
Dangenne

"Al contacto del amor todo el mundo se vuelve poeta."
Platón

"El amor no es sólo un sentimiento. Es también un arte."
Balzac

"Siempre hay un poco de locura en el amor, pero siempre hay un poco de razón en la locura."
Friedrich Nietzche

"El amor es un espíritu dentro de dos formas."
Percy Shelley

"¿Por qué nos alegramos en las bodas y nos entristecemos en los velorios? Porque no somos
la persona involucrada."
Mark Twain

"Que la alegría te acompañe. Extiende las manos y tómala cuando pase."
Carl Sandburg

Chiste!!

Tres hijos dejaron su hogar, se independizaron y prosperaron.
Cuando se juntaron nuevamente, hablaron de los regalos que habían
podido hacerle a su madre.
El primero dijo:
-Yo construí una casa enorme para nuestra madre.
El segundo dijo:
-Yo le mandé un Mercedes con un chofer.
El tercero dijo:
Les gané a los dos: ustedes saben cuánto disfruta mamá de leer la
Biblia, y saben que no puede ver muy bien. Le mandé un gran loro
que puede recitar la Biblia en su totalidad. Les llevó 20 años a
12 Franciscanos enseñársela. Contribuí con $1.000.000 por año
durante 20 años, pero valió la pena, mamá sólo tiene que nombrar
el capítulo y el loro lo recita.
Pronto, la mamá envió sus cartas de agradecimiento.
Escribió a su primer hijo:
-Andrés, la casa que construiste es tan grande, yo vivo en un
sólo cuarto pero tengo que limpiar toda la casa.
Escribió a su segundo hijo:
-Miguel, estoy demasiada vieja como para viajar. Me quedo en casa
todo el tiempo, así es que nunca uso el Mercedes.
Escribió a su tercer hijo:
-Mi queridísimo Luis, fuiste el único hijo que tuvo el sentido común
de saber lo que le gusta a tu madre...
...el pollo estaba delicioso...

viernes, 22 de agosto de 2008

El Zoo Humano: TRIBUS Y SUPERTRIBUS

En condiciones normales, en sus hábitats naturales, los animales salvajes no se mutilan a sí mismos, no se masturban, atacan a su prole, desarrollan úlceras de estómago, se hacen fetichistas, padecen obesidad, forman parejas homosexuales, ni cometen asesinatos. Todas estas cosas ocurren, no hace falta decirlo, entre los habitantes de las ciudades. ¿Revela, pues, esto, una diferencia básica entre la especie humana y otros animales? También otros animales observan estos tipos de comportamiento en determinadas circunstancias, a saber, cuando se hallan confinados en condiciones antinaturales de cautividad. El animal encerrado en la jaula de un parque zoológico manifiesta todas estas anormalidades que tan familiares nos son por nuestros compañeros humanos. Evidentemente, entonces, la ciudad no es una jungla de asfalto, es un zoo humano.
El moderno animal humano no vive ya en las condiciones naturales de su especie. Atrapado, no por un cazador al servicio de un zoo, sino por su propia inteligencia, se ha instalado en una vasta y agitada casa de fieras, donde, a causa de la tensión, se halla en constante peligro de enloquecer.


“A cada nueva complejidad, se encontrará alejado un paso más de su estado tribal natural, el estado en que sus antepasados existieron durante un millón de años.”

I. TRIBUS Y SUPERTRIBUS
Al tocar a su fin la última glaciación, el hielo empezó a retirarse hacia el Norte a un ritmo de cincuenta metros al año, y los animales de las zonas frías se movieron con él hacia el Norte. Frondosos bosques ocuparon el lugar de las frías tundras. La gran Edad del Hielo concluyó hace unos diez mil años, pregonando el advenimiento de una nueva época en el desarrollo humano.
El acaecimiento decisivo iba a tener lugar en el punto en que se unen África, Asia y Europa. Allí, en el confín oriental del Mediterráneo, se produjo una pequeña modificación en el comportamiento alimenticio humano que había de alterar todo el curso del progreso de la Humanidad. Era, ciertamente, trivial y simple en sí mismo, pero su impacto había de ser enorme. Hoy, no le damos la menor importancia: lo llamamos agricultura.
El largo aprendizaje de la caza había desarrollado el ingenio y un sistema de ayuda mutua. Los hombres cazadores aún eran intuitivamente competitivos y auto afirmativos, cierto, como sus antepasados simios, pero su carácter competitivo se había visto forzosamente atemperado por una creciente necesidad básica de cooperar. Ésta había sido su única esperanza de éxito en su rivalidad con los asesinos profesionales del mundo carnívoro, establecidos hacía tiempo y provistos de afiladas garras, como los grandes felinos.

“Los hombres cazadores habían desarrollado su cooperatividad juntamente con su inteligencia y su naturaleza exploradora, ya la combinación había demostrado ser eficaz y mortífera.”

Aprendían con rapidez, tenían buena memoria y sabían reunir los elementos separados de su pasado aprendizaje para resolver nuevos problemas. Si esta cualidad les había sido útil en los primeros tiempos, cuando se hallaban dedicados a sus arduas cacerías les era más esencial aún ahora, próximos al hogar, en el umbral de una nueva y mucho más compleja forma de vida social.
Antes de que comenzara la labranza de la tierra y la cría de ganado, todo el que quería comer debía aportar su participación en la búsqueda de alimento. Virtualmente, toda la tribu se hallaba implicada. Pero cuando los cerebros con visión de futuro que habían ideado y planeado las maniobras cinegéticas volvieron su atención a los problemas de organizar el cultivo de cosechas, la irrigación de la tierra y la alimentación de animales cautivos, consiguieron dos cosas. Fue tal su éxito, que crearon por primera vez no sólo una provisión constante de alimentos, sino también un excedente alimenticio regular con el que se podía contar. La creación de este excedente fue la llave que había de abrir la puerta a la civilización. La tribu no sólo podía hacerse más numerosa, sino que podía liberar a algunos de sus miembros para que se dedicaran a otras tareas: no tareas ocasionales supeditadas a las primordiales exigencias de la búsqueda de alimentos, sino actividades de plena dedicación que podían florecer y desarrollarse por derecho propio. Había nacido una Era de especialización. De estos pequeños comienzos surgieron las grandes ciudades.
Se habla de una revolución urbana el uso de esta expresión da la impresión de que las ciudades empezaron a surgir por todas partes en una súbita e impetuosa marcha hacia una nueva vida social. Pero no fue así. Los viejos modos fueron extinguiéndose lenta y dificultosamente. De hecho, subsisten en la actualidad en muchas partes del mundo. Numerosas culturas contemporáneas están todavía operando a niveles agropecuarios virtualmente neolíticos, y en ciertas regiones, tales como el desierto de Kalahari, el norte de Australia y el Ártico, podemos aún observar comunidades de cazadores-recolectores de puro estilo paleolítico.
Al principio, había un comercio y una mutua relación muy escasos entre un centro urbano y los otros. Éste había de ser el siguiente gran avance, y requería tiempo. La barrera psicológica que se oponía a semejante paso era, evidentemente, la pérdida del particularismo local. No era tanto el caso de la tribu que perdió su cabeza, como la cabeza humana rehusando perder su tribu. La especie había evolucionado como un animal tribal, y la característica fundamental de una tribu es que opera sobre una base localizada e interpersonal. No iba a resultar fácil abandonar éste básico modelo social, tan típico de la antigua condición humana. Pero eran las cosechas, tan eficientemente recogidas y transportadas, lo que estaba forzando la marcha.
La más antigua ciudad conocida surgió en Jericó ha ce más de ocho mil años, pero la primera civilización plenamente urbana se desarrolló mucho más al Este, al otro lado del desierto de Siria, en Súmer. Allí, hace unos cinco mil o seis mil años, nació el primer imperio, y el prefijo pre fue eliminado de la palabra prehistoria con la invención de la escritura. Se desarrolló la coordinación entre ciudades, los dirigentes se convirtieron en administradores, adquirieron estabilidad las profesiones, progresaron el trabajo sobre metales y el transporte, los animales de carga (distintos de los destinados al consumo alimenticio) fueron domesticados y surgió la arquitectura monumental.
Para nuestros actuales niveles, las ciudades sumerias eran pequeñas, con poblaciones que oscilaban desde siete mil hasta no más de veinte mil habitantes. Sin embargo, el sencillo miembro de tribu había recorrido ya un largo camino. Se había convertido en un ciudadano, miembro de una supertribu, y la diferencia clave consistía en que en una supertribu ya no conocía personalmente a cada miembro de su comunidad.

“Este desplazamiento de la sociedad personal a la impersonal, lo que había de causar al animal humano sus más intensas angustias en los milenios siguientes.”

Como especie, no estábamos biológicamente equipados para enfrentarnos a una masa de desconocidos disfrazados de miembros de nuestra tribu. Era algo que teníamos que aprender a hacer, pero que no resultaba fácil. Como veremos más adelante, todavía nos estamos esforzando por conseguirlo de toda clase de secretas maneras… y algunas que no lo son tanto.
Si habían de continuar creciendo en esplendor, los antiguos Estados urbanos no podían confiar por más tiempo en la producción local. Tenían que aumentar sus provisiones por uno de estos dos medios: el comercio o la conquista. Roma siguió ambos procedimientos, pero dio preferencia a la conquista y la llevó a cabo con tan devastadora eficiencia administrativa y militar que fue capaz de crear la ciudad más grande que el mundo había visto jamás, con una población que se acercaba al medio millón de habitantes, y erigiendo un modelo cuyos ecos habían de resonar a todo lo largo de las centurias siguientes.

“A medida que las relaciones humanas, perdidas en la multitud, se hacían más impersonales, la inhumanidad del hombre hacia el hombre aumentaba hasta alcanzar proporciones horribles.”


Teniendo presente nuestro linaje simiesco, la organización social de las especies supervivientes de simios puede suministrarnos pistas reveladoras. La existencia de individuos poderosos y dominantes que gobiernan despóticamente al resto del grupo es un fenómeno muy extendido entre los primates superiores. Los miembros más débiles del grupo aceptan sus papeles subordinados. No huyen a la maleza y se establecen por su cuenta. Hay fortaleza y seguridad en el número. Cuando este número se hace demasiado grande, entonces, desde luego, se desgaja un nuevo grupo que se separa del anterior, pero los simios individuales aislados son anormalidades. Los grupos se mueven de un modo compacto de un sitio a otro, y se mantienen unidos en todo momento. Esta fidelidad no es simplemente la consecuencia de una tiranía impuesta por parte de los dirigentes, los machos dominantes. Tal vez sean déspotas, pero desempeñan también otro papel, el de guardianes y protectores. Si existe una amenaza al grupo proveniente del exterior, tal como un ataque de un depredador hambriento, son ellos quienes se muestran más activos en la defensa. En presencia de un desafío externo, los machos superiores deben unir sus fuerzas para hacerle frente, olvidadas sus querellas internas. Pero, en otras ocasiones, la cooperación activa dentro del grupo se halla reducida a su mínimo.
Volviendo a los animales humanos, podemos ver que este sistema básico –cooperación social de cara al exterior, competición social de cara al interior- nos es también aplicable a nosotros, aunque nuestros primitivos antepasados humanos se vieron obligados a desplazar un tanto la balanza. Su gigantesco esfuerzo por convertirse de comedores de frutos en cazadores requirió una cooperación interna mucho más grande y activa.
¿Qué fue de este delicado equilibrio cuando las diminutas tribus se convirtieron en gigantescas supertribus? Con la pérdida del modelo tribal persona-a-persona, el péndulo competitivo-cooperativo empezó a oscilar peligrosamente de un lado a otro y no ha dejado de hacerlo, nocivamente, desde entonces.
Los superdesarrollados grupos urbanos fueron rápida y repetidamente presa de formas exageradas de tiranía, despotismo y dictadura.
Para dominar a una supertribu de esta manera se necesitaba algo más que un único déspota. Aún con nuevas tecnologías destructivas –armas, mazmorras, torturas- para ayudarle a mantener coactivamente condiciones de total sojuzgamiento, precisaba también una masa de seguidores si había de conseguir mantener en un extremo el péndulo biológico. Esto era posible porque los seguidores, como los jefes, estaban inficionados por la impersonalidad de la condición supertribal. Apaciguaban hasta cierto punto sus conciencias cooperativas mediante la creación de subgrupos, o pseudotribus, dentro del cuerpo principal de la supertribu. Cada individuo establecía relaciones personales del antiguo tipo biológico con un pequeño grupo de dimensiones tribales formado por compañeros sociales o profesionales. Dentro de este grupo, podía satisfacer sus necesidades básicas de ayuda y coparticipación mutuas. Otros subgrupos –la clase de esclavos, por ejemplo-, podían entonces ser considerados más confortablemente como extraños ajenos a su protección. Había nacido la doble medida social.

“Cuando el péndulo biosocial oscila hacia la tiranía alejándose de la cooperación activa, queda corrompida la sociedad entera. Tal vez produzca grandes avances materiales. Tal vez desplace 4, 883,000 toneladas de piedra para construir una pirámide, pero, dada su deformada estructura social, sus días están contados.”

Si nuestros antepasados cazadores hubieran sido realmente crueles e insaciables tiranos cargados de pecado original, la historia del éxito humano habría finalizado hace mucho tiempo. La doctrina del pecado original estriba en que las condiciones artificiales de la supertribu actúan sin cesar contra nuestro altruismo biológico, y éste necesita toda la ayuda que pueda encontrar.
Compasión, bondad, ayuda mutua, un impulso fundamental para cooperar dentro de la tribu debió de ser la pauta a seguir para que los primitivos grupos de hombres sobrevivieran en su precario ambiente. Sólo cuando las tribus se expandieron hasta convertirse en supertribus impersonales, fue cuando la vieja pauta de conducta se vio sometida a fuerte presión y empezó a derrumbarse. Sólo entonces fue preciso imponer leyes y códigos de disciplina para rectificar el equilibrio.
Se ha dicho con frecuencia que la ley prohíbe a los hombres hacer lo que sus instintos les inclinan a hacer. De ahí se sigue que, si existen leyes contra el robo, el asesinato y el estupro, entonces es que el animal humano debe ser estuprador, homicida y rapaz. ¿Constituye esto realmente una adecuada descripción de la peculiaridad del hombre como una especie biológica? No encaja en el cuadro zoológico de la emergente especie tribal. Por desgracia, no obstante, sí encaja en el marco supertribal.
El robo, quizás el más corriente de los delitos, constituye un buen ejemplo. Un miembro de una supertribu se halla sometido a una presión, sufriendo todas las tensiones y los esfuerzos de su artificiosa condición social. La mayoría de las personas de su supertribu le son desconocidas; no tiene con ellas ningún lazo personal ni tribal. El ladrón típico no está robando a uno de sus compañeros conocidos. O está infringiendo el viejo código biológico tribal. En su ánimo, él está simplemente situando a su víctima completamente fuera de su tribu. Para contrarrestar esto, es preciso que se imponga una ley supertribal. A este respecto, es de notar que a veces hablamos de honor entre ladrones y de código del hampa. Esto pone de manifiesto el hecho de que consideramos a los delincuentes como pertenecientes a una pseudotribu distinta y separada dentro de la supertribu. Es interesante observar, de paso, cómo tratamos al delincuente: lo encerramos en una comunidad confinada, compuesta exclusivamente de delincuentes. Como solución, a corto plazo da buenos resultados, pero, a largo plazo, el efecto es que fortalece su identidad pseudotribal en vez de debilitarla, y le ayuda, además, a ensanchar sus contactos sociales pseudotribales.
Existe una ley aislante, que ayuda hacer a una cultura distinta de otra. Proporciona cohesión a una sociedad al conferirle una fisonomía exclusiva. Estas leyes sólo desempeñan un papel secundario en los tribunales. Afectan más bien a la religión y a las costumbres sociales. Su función consiste en intensificar la ilusión de que uno pertenece a una tribu unificada, más que a una supertribu desparramada y en trance de dispersión. Si se les critica porque parecen arbitrarias o carentes de sentido, la respuesta es siempre que son tradicionales y deben ser obedecidas sin discusión. Y está bien no discutirlas porque, en sí mismas, son arbitrarias y, con frecuencia, absurdas. Su valor radica en el hecho de que son compartidas por todos los miembros de la comunidad. Cuando se debilitan, la unidad de la comunidad se debilita también un poco. Adoptan muchas formas: los complicados procedimientos de las ceremonias sociales…, matrimonios, entierros, conmemoraciones, desfiles, festividades, etc.; las intrincaciones de la etiqueta, el protocolo y los modales sociales; las complejidades del vestido, el uniforme, las condecoraciones, los adornos y las ostentaciones sociales.
Otros aspectos de la conducta social entran también en acción como fuerzas colectivas. El idioma es una de ellas. Tendemos a considerar el idioma exclusivamente como un medio de comunicación, pero es algo más que eso. Si no lo fuera, todos estaríamos hablando la misma lengua.
Así como las supertribus han crecido y se han fundido unas con otras, también los idiomas locales se ha infundido, o sumergido, y se está reduciendo el número total de ellos existente en el mundo. Pero a medida que esto sucede, se desarrolla una dirección de sentido inverso: los acentos y los dialectos se tornan más significativos socialmente: se inventan el argot, el caló, la germanía. Así como los miembros de una nutrida supertribu intentan fortalecer sus homogeneidades tribales creando subgrupos, del mismo modo se desarrolla todo un espectro de lenguas dentro del idioma oficial. Así como el inglés y el alemán funcionan como distintivos de identidad y mecanismos aislantes entre un inglés y un alemán, así también un acento de clase alta inglesa aísla a su propietario de otro de clase baja, y la jerga de la química y de la psiquiatría aísla a los químicos de los psiquiatras.
Las religiones han funcionado de modo muy semejante al idioma, fortaleciendo los lazos dentro de un grupo y debilitándose entre grupos. Operan sobre sencilla y única premisa de que existen poderosas fuerzas actuantes por encima y más allá de los miembros humanos ordinarios del grupo, y que estas fuerzas, estos superjefes deben ser complacidos, apaciguados y obedecidos sin discusión. El hecho de que nunca sean accesibles para interrogarles les ayuda a conservar su posición.
Al principio, los poderes de los dioses eran limitados y sus esferas de influencia se hallaban divididas, pero, al ir creciendo las supertribus hasta proporciones cada vez más difíciles de manejar, se hicieron necesarias fuerzas cohesivas más grandes.

“Además de la ley, la costumbre, el idioma y la religión, existe otra forma más violenta de fuerza cohesiva que ayuda a mantener unidos a los miembros de una supertribu, y es la guerra.”


Por decirlo cínicamente, podría afirmarse que nada ayuda tanto a un jefe como una buena guerra. Le da su única oportunidad de ser un tirano y de ser amado por ello al mismo tiempo. Puede introducir las más despiadadas formas de control y enviar a la muerte a miles de sus seguidores, y, sin embargo, ser saludado todavía como un gran protector. Nada estrecha más los lazos internos de un grupo que una amenaza proveniente del exterior.
Éstas son, pues, las fuerzas cohesivas que ejercen su influjo en las grandes sociedades urbanas. Cada una de ellas ha desarrollado su propia y especializada clase de dirigente: el administrador, el juez, el político, el líder social, el alto dignatario eclesiástico, el general. En tiempos más sencillos, todos ellos se concentraban en una sola persona, un rey o emperador omnipotente capaz de habérselas con toda la escala del mando.
En tiempos más recientes se ha hecho frecuente la práctica de permitir que la plebe participe en la elección de un nuevo dirigente. Este expediente político ha sido, en sí mismo, una valiosa fuerza cohesiva, proporcionando al miembro de la supertribu una sensación mayor de pertenecer a su grupo y de tener alguna influencia sobre él. Una vez elegido el nuevo dirigente, no tarda en ponerse de manifiesto que la influencia es menor de lo que imaginaba, pero, en el momento de la elección misma, la comunidad se siente estremecida por una inestimable sensación de identidad social.
El sueño de una pacífica supertribu universal está siendo frustrado una y otra vez.
Recientemente, se han producido numerosos debates en torno a la forma en que los modernos medios de comunicación de masas, tales como la televisión, están encogiendo la superficie social del Globo. Se ha sugerido que el rumbo emprendido ayudará al movimiento hacia una comunidad internacional. Por desgracia, esto es un mito, por la única razón de que la televisión, a diferencia de la comunicación social personal, es un sistema unilateral. Yo puedo escuchar y llegar a conocer a un locutor de televisión, pero él no puede escucharme ni llegarme a conocer.
Aun cuando en los próximos años se consiguieran nuevos y, por ahora, inimaginables progresos en las técnicas de comunicación de masas, continuarán viéndose dificultadas por las limitaciones bisociales de nuestra especie. No nos hallamos equipados, como las termitas, para convertirnos voluntariamente en miembros de una vasta comunidad. Somos, y, probablemente, continuaremos siendo, simples animales tribales.
Sin embargo, pese a esto, y pese a las espasmódicas fragmentaciones que constantemente se están produciendo en todo el Globo, debemos enfrentarnos al hecho de que la tendencia principal apunta a mantener los masivos niveles supertribales. Mientras en una parte del mundo se están produciendo escisiones, en otra se están desarrollando fusiones. Si la situación continúa hoy día siendo tan inestable como lo ha sido durante siglos, ¿por qué, entonces, persistir en ella? si es tan peligrosa, ¿por qué la mantenemos?
Se trata de algo más que un simple juego internacional de poder. Existe una intrínseca propiedad biológica del animal humano que consigue una profunda satisfacción en ser arrojado al caos urbano de una supertribu. Esta cualidad es la insaciable curiosidad del hombre, su inventiva, su atletismo intelectual. El torbellino urbano parece acentuar más intensamente esa cualidad. Así como las aves marinas son reproductivamente excitadas concentrándose masivamente en densas comunidades procreadoras, así también el animal humano es intelectualmente excitado concentrándose masivamente en densas comunidades urbanas. Son las colonias procreadoras de ideas humanas. Éste es el aspecto positivo del asunto. Pese a los muchos inconvenientes del sistema, mantiene éste en funcionamiento.
El huésped del zoo animal se encuentra en confinamiento solitario, o en un grupo social anormalmente distorsionado. Cerca de él, en otras jaulas, tal vez pueda ver u oír a otros animales, pero no establecer con ellos ningún contacto auténtico. Irónicamente, las condiciones supersociales de la vida urbana humana pueden actuar de forma muy semejante. Es bien conocida la soledad de la gran ciudad .Es fácil perderse en la gran multitud personal. Es fácil que las agrupaciones familiares naturales y las relaciones tribales personales se distorsionen, se quebranten o se fragmenten. En un pueblo, todos los vecinos son amigos personales o, en el peor de los casos, enemigos personales; nunca extraños. En la gran ciudad, muchas personas ni siquiera saben cómo se llaman sus vecinos.
Aparte del aislamiento personal, existe también la presión directa del apiñamiento físico. Cada clase de animal ha evolucionado para existir en una cierta dimensión de espacio vital. Tanto severamente restringido, y las consecuencias pueden ser graves. Consideramos la claustrofobia como una respuesta anormal. En su forma extrema lo es, pero en una forma más leve, menos claramente reconocida es una situación que padecen todos los habitantes de la ciudad. Se han hecho tímidos intentos para corregir esto. Se sitúan aparte secciones especiales de la ciudad como muestra de la voluntad de proveer espacios abiertos, pequeños trozos de medio ambiente natural, llamados parques.
En términos de dimensión de espacio, el parque ciudadano es ridículo. Tendría que abarcar miles de kilómetros cuadrados para proporcionar una extensión natural de espacio para la enorme población a que sirve. Lo mejor que puede decirse en su favor es que es mejor que nada.
Habiendo reconstruido ya el curso de los acontecimientos que nos han conducido a nuestra actual condición social, podemos ahora empezar a examinar con más detalle las diversas formas que en nuestras reglas de conducta han conseguido acomodarse a la vida en el zoo humano, o, en algunos casos, cómo han fracasado desastrosamente en el intento de lograrlo.